Como a la una de la madrugada del sábado 8 de junio, llegamos en el busetón que nos transportó desde Cali hasta Pilimbalá (Cauca). Allí escuchamos los alegres ladridos de bienvenida de la noble perra Conga y su pequeña compañera de abundante pelo blanco, que corría moviendo sus paticas con mucha gracia, sin que les importara la brisa húmeda que mecía con fuerza las ramas de los árboles.

Llegamos los 26 caminantes a Pilimbalá con el propósito de cumplir la siguiente meta: El día sábado ascender al Volcán Puracé y continuar más al sur por la Cadena Volcánica Coconucos hasta el cráter apagado del volcán Paletará, para acampar allí al lado de la laguna San Rafael; el día domingo caminar hasta el Volcán Pan de Azúcar y luego regresar al campamento, y el lunes devolvernos hasta Pilimbalá y Cali.

Grupo Travesía Cadena Volcánica Coconucos

El grupo que haría la Travesía Cadena Volcánica Coconucos estaba integrado por: René, director ejecutivo de Picoloro Ecoturismo que organizó la salida; la pequeña y aguerrida Lina; Sandra Ferrer, hermosa montañista; Germán, Lucía, María Clara y Julián, experimentados montañistas; Ana Isabel y Nicolás la pareja de paisitas que recorren el país de montaña en montaña; Andrés, otro paisita amante de los deportes extremos; Juanca, fuerte montañista recién llegado de escalar el Kala Patthar; Mónica, nuestra poetisa caminante y Pacho Villa, el saltamontes trota montañas; Juan Carlos Gómez “Guasai”; Elizabeth, caminante y emprendedora de empresas sociales y culturales y Ricardo, el joven montañista ya experimentado en escalar Pico Pance; Doris Ximena, la simpática venus del páramo; el corpulento y ágil John Wagner; el joven y fuerte Andrés Pineda; David, el diseñador manizalita; David Jordán; el discreto y recio caminante Mauricio; el también discreto y fotógrafo Shamir; Juan Carlos Moreno; Jackeline, mujer increíble, saca fuerza de donde no tiene, y yo el más veterano en edad.

Cadena Volcánica Coconucos Picoloro Ecoturismo 2013

Iniciamos la Travesía Cadena Volcánica Coconucos

Faltando un cuarto para las 7 de la mañana, cargamos nuestras pesadas mochilas y emprendimos la caminata. El viento rugía y movía con fuerza las ramas de los árboles y trasportaba guirnaldas de agua que empapaban y enfriaban todo lo que tocaban.

Con entusiasmo subimos la larga cuesta empradizada, superando varios cercos, hasta que llegamos al páramo, que se extiende en un ascendente plano ondulado cortado por amplias y largas zanjas que las comunidades han construido para delimitar sus posesiones de tierra.

El clima arrecia contra nosotros

El viento sopla más fuerte, en errática dirección, arremolinado, emite un sonido de motor natural puesto en movimiento por el generador del sol, lleva en su cuerpo de aire en movimiento a su hermana el agua dispersa en gotas, que golpea con furia el suelo y las rocas y transforma las gotas de agua en abundantes corrientes de agua. El altivo frailejón recibe el fuerte viento, como una caricia que lo fortalece. Los pajonales aferrados al suelo con sus largas hojas lanceoladas, son peinados por el viento.

El grupo continúa estoicamente, resistiendo el clima feroz, el viento cargado de agua golpea sus cuerpos y mochilas, humedeciéndolos y enfriándolos. Las gotas de agua impulsadas a gran velocidad por el viento, se convierten en sólidos proyectiles que golpean la piel descubierta de los caminantes, condiciones difíciles para recorrer la Cadena Volcánica Coconucos .

El Vuelo de Omar

Yo caminaba detrás del grupo avanzado, por un sendero que bordeaba una profunda zanja que se extendía sobre una cuchilla de la montaña totalmente expuesta a los vientos.

Las ráfagas de viento me empujaban con fuerza hacia la zanja, yo resistía tratando de aferrarme al suelo con la ayuda de mis bastones, de repente sentí que me levantaba del suelo, me elevaba y quedaba suspendido sobre el zanjón, fui consciente de la levedad de mi cuerpo flotando en el aire como si fuera una ensoñación que contenía la eternidad. Estuve sostenido y transportado por una poderosa y suave fuerza; sensación que se interrumpió cuando sentí la presión y la expansión de los músculos del muslo de mi pierna derecha, cuando golpeo el suelo mullido, seguido del golpe del hombro sobre el prado y finalmente la cabeza como un pesado elemento independiente de mi cuerpo, cayó de lado como si se me fuera a desprender, el pómulo y la mejilla se comprimieron brutalmente contra el suelo dejándome adolorido y aturdido por un momento para continuar por la Cadena Volcánica Coconucos.

Después de volar y caer contra el suelo

Quedé tendido y quieto por un instante, examinando mentalmente mi cuerpo, temiendo que me hubiera ocurrido una grave lesión, solo sentía un leve dolor y aturdimiento en mi cara. Me incorporé y constaté que estaba al otro lado de la zanja, que el poderoso viento me había alzado y lanzado con mis 70 kilos de peso, más los 20 kilos de mi mochila y de mis 2 bastones metálicos, y había superado los 2 metros de profundidad y los aproximadamente 1.50 metros de ancho de la zanja.

Bajé a la zanja para subir al sendero por el plano inclinado de tierra, pero el terreno deleznable y la ausencia de apoyos me lo impidieron, necesitaba ayuda para salir, que llegó en la mano tendida de Germán.

¡Hay que regresar!

Ya incorporado al sendero, continuaba la lucha cuerpo a cuerpo contra la fuerza arrebatadora del viento y la errática lluvia horizontal, que golpeaba, mojaba y enfriaba, (los termómetros indicaban 4 grados con tendencia a bajar) a la altitud de unos 3.700 metros. Los cuerpos de los caminantes se empezaban a enfriar peligrosamente, a algunos las articulaciones de las manos se inflamaron y se endurecieron, otros el cuerpo les temblaba incontroladamente; el contenido de sus mochilas como ropa y sacos de dormir se mojaron.

Junto con Doris y Juan Carlos Moreno entramos a un sendero lleno de rocas y humedales, pero que nos protegía del viento. Al final del sendero tortuoso, llegamos a un filo de la montaña, un espacio alto y abierto en donde el clima se hizo más extremo. Desde allí se podía llegar a las antenas y descender hacia la carretera y las lagunas que estaban en la base del volcán, hasta allí llegó el grupo avanzado: Nico, Ana Isabel, Andrés, Doris Ximena y Juan Carlos Moreno.

Germán y Lucía, llegaron hasta el lugar en donde estábamos Jackeline y yo, Germán manifestó: ¡No se puede continuar, las condiciones del clima están muy difíciles, regresemos!

Aceptamos la recomendación de Germán y nos regresamos. Cuando descendimos, a los compañeros que nos encontramos les aconsejamos no continuaran, que bajaran, ya que las condiciones del clima eran más extremas, ¡eran de alto riesgo!

¡No logramos la meta deseada!

Todos bajamos y nos reunimos en la casa de Pilimbalá.
Si hubiéramos continuado desafiando las descomunales e inocentes fuerzas naturales, nuestro comportamiento hubiera sido irresponsable.

La amada montaña es temperamental, puede ser: amorosa y tierna, apacible y placentera, y también dura y feroz e irascible como en el día de hoy.

Toca esperar con paciencia, que la Cadena Volcánica Coconucos nos dé una oportunidad en otra época y nos permita conquistarlo.

Te puede interesar
Generalidades del Volcán Puracé por el Servicio Geológico Colombiano

por OMAR SALINAS HERNÁNDEZ
Picolorense