Segunda Jornada – Viernes 6 de abril

Estrella de Agua – Páramo de Romerales – La Primavera

A las 6 de la mañana, levantamos las carpas, empacamos todo en las mochilas grandes y las bajamos hasta donde estaban las bestias. Nos aseamos, desayunamos y a las 8 de la mañana partimos. No llovía. Ascendimos hacia el Páramo por un sendero empinado, escalonado con pequeños escarpes y largos tramos emparedados entre barrancos y rocas, trillado y profundizado por el paso inveterado de las recuas y de los hombres.

Cuando superamos los 3.200 msnm dejamos atrás el bosque alto andino de niebla y entramos a un bosque de arbustos más bajo y menos diverso, en donde empiezan a predominar los romeros: es el subpáramo.

A las 10 de la mañana culminamos el fuerte ascenso al páramo de Romerales a la altura de 3.590 msnm en donde se inicia el Parque Natural los Nevados que tiene una extensión de 58.300 hectáreas.

Se hizo la parada para reagrupar a los caminantes, Aníbal había llegado adelante, como siempre y comentó: «Estas paradas me hacen un daño, después se me encalambran las piernas y tengo que parar y dejar que me pasen.»

El páramo colombiano

La superficie del páramo es suavemente ondulada, cubierta por una vegetación diversa y de bajo porte: de abundantes romeros de páramo: (senecios spp.), arbustos de hojas y frutos abigarrados, de tallos arrugados y duros, de ellos se extraen aceites esenciales útiles para el tratamiento de enfermedades digestivas.

Frailejones (Espeletia spp)

Coronados por las rosetas de sus hojas velludas verdiamarillas y sus flores felpudas y amarillas; hojas que al marchitarse, no caen al suelo, sino que se han ido aferrando al tallo leñoso a medida que se va elevando del suelo en su lentísimo crecimiento.

Pajonales

Grandes macetas, sin tallo, de hojas lanceoladas, largas, amarillas y ásperas que cortaban la piel cuando las rozábamos; de musgos, líquenes y el llantén de páramo: vegetales pequeños asociados para guardar agua.

Características de la vegetación

La vegetación de páramo es heroica, perfectamente adaptada a los rigores extremos: elevada altitud y su consecuente escases de oxigeno, presencia de abundantes nubes durante gran parte del año y por lo tanto una elevada humedad, temperatura cercana al punto de congelamiento, suelos ácidos y pobres y una radiación solar muy intensa cuando no hay nubes.

El páramo es una presencia física natural única y exclusiva de los andes ecuatoriales húmedos, que solo los poseen Venezuela, Colombia y Ecuador. Los páramos además de hermosos y misteriosos, son un privilegio y una gran riqueza, porque son los mayores recolectores y guardadores de agua, son un invaluable soporte de la vida.

Dinámicas en el Parque Natural los Nevados

Llegó y pasó la recua de nobles mulas y caballos que transportan nuestras pesadas mochilas, atrás cabalgan el jinete que la controla con silbidos y gritos y una bella joven que viaja hacia la finca La Primavera.

Siguen llegando los caminantes que se acomodan, para la foto, al lado de los tableros ilustradores. Pacho con su pesada mochila a sus espaldas, dormita sentado sobre un pajonal, repentinamente se levanta y canta la siguiente canción:

/La gente de la ciudad toma agua de acueducto/la gente del campo toma agua de río, revuelta con agua de mar/

Se le unen Jacqueline, Leonardo y otros caminantes quienes improvisan un alegre coro. Llegan Mónica acompañada por Diego y Martha Inés acompañada por René, ya está completo el grupo.

Ruby nos reúne para describirnos el sendero que sigue y hacernos algunas recomendaciones:

“Continuaremos por un terreno tendido, bordearemos el Cerro de la Virgen, caminaremos por un filo y luego nos adentraremos en el Valle de los Perdidos, allí tenemos que andar agrupados para evitar que alguno se vaya a extraviar y luego ascenderemos hasta otro filo, desde donde veremos el valle y si está despejado también podremos ver los Nevados del Tolima y del Ruíz”.

Continuamos luego de la pausa en el Páramo de Romerales

Reiniciamos la marcha, pasamos el límite entre los Departamentos del Quindío y del Tolima, como lo indicaban dos tableros de madera sobre los que estaban escritos los nombres de los Departamentos.

Cruzando el Valle de los Perdidos

Caminamos por un corto y suave descenso que nos lleva hacia el Valle de los Perdidos, con forma de batea, en el escurren las aguas que vienen de las partes altas del páramo convirtiéndolo en un gran humedal. En ese valle no hay un sendero definido, su suelo es una inmensa y profunda turba, muy negra, mojada y pegajosa; en la que sobresalen algunos escasos brotes de vegetación como pajonales y musgos; que fueron los puntos de apoyo sobre los que caminamos, más bien saltamos, para poder cruzar el valle.

Se necesitó un gran esfuerzo físico y una elevada concentración mental para recorrerlo, el mínimo desfallecimiento provocaba la caída al lodazal que se tragaba toda la bota.

Yo caminaba detrás, pero cerca de la alemana Grille cuando encontramos a Aníbal que se había detenido y parecía agitado, Grille le expreso algo (tal vez: que le pasa, necesita ayuda), Aníbal agitando sus largos brazos y su largo cuello expresó irritado y en voz alta: “Yo no estoy compitiendo con nadie, no he venido a competir con nadie”.

Continuamos el recorrido del valle, ascendimos por una pendiente corta, fuerte, muy enlodada y revuelta con rocas, llegamos a la cima en donde nos detuvimos. En la cima estaban: Pacho, descargado de su pesada mochila y sentado sobre un barranco observando el paisaje, Doris procurando descansar sobre un pajonal; Juanca sentado a la orilla del sendero que envuelto en su capa se confundía con la vegetación; Aníbal llegó y se acomodó silencioso, lejos del grupo.

Divisando la finca La Primavera

Después de reagruparnos, reiniciamos el recorrido y desde el punto más alto, observamos un largo y amplio sendero cubierto de lodo que trascurría por un largo descenso, hasta llegar al fondo de un valle en el que vimos la casa de la finca La Primavera, un rectángulo de techo rojo rodeada de corrales y más allá una cadena montañosa oculta por espesas nubes entre las cuales estaba el volcán nevado del Tolima.

«Lo que estamos haciendo es vida»

Bajamos por un estrecho barranco para no pisar el terreno embarrado, en el descenso nos encontramos Grille, Aníbal y yo:

«Esto que estamos haciendo es vida, dice Aníbal, es mejor gastar en experiencias como la que estamos viviendo, que en bienes muchas veces inútiles», Grille corrobora lo dicho por Aníbal:

Si yo leí un informe de un estudio científico que concluía, que la adquisición de experiencias son las que producen placer y alegría y no la adquisición de bienes o riquezas.

Luego vimos en la parte más alta de la montaña, desde donde se dominaba todo el valle un campamento militar móvil, desde él nos observaban varios soldados; por el sendero subían dos soldados: uno de ellos traía queso y leche, intercambiamos saludos y posaron para las fotos con algunos caminantes. Los militares pertenecían al Batallón de Alta Montaña encargado de custodiar el Parque.

A las 3 de la tarde ingresamos en la casa por un lodazal revuelto con estiércol de animales, lleno de piedras y unos instantes después de llegar, cayó un tremendo aguacero.

Interior de la finca La Primavera

La casa es la vivienda de una familia campesina que trabaja en la finca, adecuada por ella para hospedar a los montañistas que visitan el Parque. Apenas entramos los niños Óscar, Natalia y Maritza salieron de la cocina y nos dieron un vaso de aguadepanela caliente a cada uno.

Después de la cocina seguían: un corredor con barandas y piso de madera y a un lado los cuatro cuartos, también de madera, tres para los huéspedes y uno para la familia. En cada cuarto había tres camarotes, en cada cama se acomodaron dos personas. En la pared colgaba un tablero grande de acrílico, en él estaba escrito con marcador, las siguientes reglas:

GRACIAS POR SU ATENCIÓN

. FAVOR BAJAR LA BASURA.
. FAVOR NO COCINAR EN LOS CUARTOS.
. FAVOR NO FUMAR EN LOS CUARTOS.
. FAVOR SACUDIR LAS BOTAS.
. FAVOR NO CONSUMIR DROGA.
. FAVOR DOBLAR LAS COBIJAS.

Sobre la pared del lavamanos hay un pequeño cartel escrito en español, inglés y francés lo siguiente: “no cierre la llave del lavamanos después de usarla”. A un lado y abajo del corredor hay un patio pavimentado cubierto con plástico, sobre él, unos jóvenes han instalado tres carpas.

Desde la finca La Primavera se puede ver el Nevado del Tolima

Salimos de la casa, nos ubicamos en el corral con la ilusión de ver al Oriente, el Nevado del Tolima, pero las nubes blanquiazules lo ocultaban, solo pudimos observar parcialmente el cerro La Pirámide que con su cima tricúspide cortaba la masa gigante de nubes que ascendían en tropel desde el valle de Cócora; después de media hora el nevado se despejó parcialmente.

Regresamos a la casa. Doris nos llamó la atención y nos hizo el siguiente anuncio:

«He sido delegada por el grupo que durmió en la carpa en Estrella de Agua, para informarles: el señor Aníbal Medina está vetado, amenazado por convivencia, porque anoche no nos dejó dormir, con su ronquidos y su alarma de cucú que sonaba cada media hora, por lo tanto no permitiremos que duerma en nuestro cuarto». Aníbal se defendió, negando lo que dijo Doris y acusó a Arley de ser el roncador.

Doña Mabel, autoridad en la finca La Primavera

En uno de los cuartos un grupo organizó un juego con el bingo de Miruca, los niños fueron los más entusiastas animadores del juego. En la cocina Doña Mabel preparaba la cena y la servía a unas 30 personas, con la ayuda de dos jóvenes mujeres.

Se notaba que era la autoridad en la finca, moviendo con agilidad su robusto cuerpo y proyectando su potente voz, imponía el orden y la disciplina a su familia, a los trabajadores y a los montañistas que pernoctaban en la casa.

Después de las 7 de la noche nos sirvieron la cena: un sabroso sancocho con presa de pollo, arroz con tajadas de plátano y un vaso de aguadepanela con queso.

Hacia las 9 de la noche los caminantes se fueron acomodando en sus camas para dormir. De las carpas surgían las voces de los jóvenes que sostenían largas y quietas conversaciones y el olor acre del cannabis que los envalentonaba.

Pasando la noche en la finca La Primavera

Al momento de acostarme sentí en mi estómago un ladrillo atravesado, caminé por el pasillo esperando que cediera la pesadez estomacal. Decidí acostarme, subí al segundo nivel del camarote, en el que mi compañero Juan Carlos roncaba en tono bajo.

No podía dormir: la pesadez estomacal no cedía, sentía mucho frío, la delgada cobija de lana no me calentaba; además tenía las medias húmedas porque no había traído zapatos adicionales o chanclas y tuve que ponerme las botas mojadas para andar en la casa, también repentinamente me estalló un fuerte dolor de muela.

Me acordé que tenía en mi mochila una manta térmica de emergencia, la subí y me envolví en ella, la manta metalizada me calentó, pero con el mínimo movimiento crujía, parecía un pollo crocante en un asador. Seguía sin dormir, se levantó Leonardo, prendió una linterna y expresó con enojo:

«No puedo dormir con esos ronquidos de Juan Carlos». Yo también me levanté y Leonardo me recriminó:
«El ruido de su manta térmica no deja dormir a nadie, tampoco puedo dormir con esta cobija de lana, soy alérgico a la lana, se la doy, téngala», yo se la recibí. La cobija es gruesa, me sirvió para reemplazar la cobija delgada que tenía. Leonardo decidió irse con su sleeping a dormir al corredor.

Salí del cuarto y me senté en una banca, a esperar que la pesadez cediera, Martha Inés también se levantó al baño, le comenté el problema que tenía con mi estómago,

«Espere», me dice Martha, le voy a traer una sal de frutas, me trajo la sal de frutas, me la tomé y casi inmediatamente cesó la pesadez. Así pude acostarme, relajarme y descansar.

Te puede interesar
Jornada 1
Jornada 3 y 4

por OMAR SALINAS HERNÁNDEZ
Picolorense