El sábado a las 7 de la mañana estábamos listos para emprender la tercera jornada de nuestra excursión por los volcanes del Nudo de los Pastos, visitar el Volcán Cumbal.

En la buseta nos dirigimos hacia el occidente en busca del Cumbal; a las 7.30 am llegamos a la vereda El Ortigal asentada al pie del volcán, nos bajamos de la buseta y caminamos un trecho por un carreteable de tierra negra húmeda hasta una cabaña chalet, donde funciona un hospedaje con restaurante para turistas de propiedad de Richard Tapie, un guía indígena.

La cabaña chalet era de 2 plantas, bien construida en madera con techo de paja, con amplios ventanales de vidrio; su interior era amplio y confortable con sillas empotradas en la pared, allí tomamos el desayuno. Después del desayuno Martha Inés decidió no ir al volcán y optó por regresar en la buseta al pueblo y hacer un recorrido turístico.

Empieza la caminata hacia el Volcán Cumbal

Con nuestras fuerzas renovadas gracias al sueño reparador de anoche y las energías recuperadas con el desayuno, iniciamos la caminata hacia el Volcán Cumbal por el carreteable que se extendía como cinta negra mojada sobre el terreno ondulado de una altiplanicie fría encerrada entre montañas.

Sobre el horizonte divisamos el majestuoso Volcán Cumbal con su larga cima coronada de nubes que contrasta con su falda despejada, enmarcado sobre un cielo azul matizado por algunas nubes rectangulares; su impresionante y lejana presencia, nos atrajo poderosamente como una catedral atrae a los peregrinos.

El camino estaba limitado a los lados por cercos con alambre de púa, que marcaban los linderos de las productivas fincas ganaderas y agrícolas; saltaban a la vista los campesinos ordeñando sus vacas. Después de un recorrido aproximado de una hora, Martha Cecilia, María Ximena y Michel decidieron regresar, acompañadas por el guía indígena.

El complejo volcánico de Cumbal

Los 9 caminantes restantes continuamos hasta el final del carreteable e iniciamos el ascenso por el plano moderadamente inclinado del volcán; la planicie cubierta de pajonales y de frailejones se iba elevando y ondulando, la gigantesca montaña volcánica la veíamos más próxima y notamos claramente que estaba escindida por una enorme grieta que separaba 2 conos volcánicos y cada uno con su cráter, uno exhalaba gases a través de sus fumarolas que se confundía con la nube acuosa.

El Cumbal es un complejo volcánico conformado por dos conos contiguos que se superpusieron, dándole una forma elongada en dirección NE-SO con un diámetro entre 17 y 12 Km de diámetro mayor. Un cono se llama Mundo Nuevo, con un cráter de 200 metros y el otro cono se llama La Plazuela con un cráter de 600 metros.

El volcán con su aureola de nubes se recortaba nítidamente sobre el fondo azul intenso del firmamento y nosotros con las ansias de llegar hasta su cima nos esforzábamos caminando sobre su falda que se iba empinando progresivamente.

Rocas y gases volcánicos

A medida que subíamos observábamos que los frailejones y pajonales iban desapareciendo, siendo reemplazados por roquedales y arenales, rocas de diferentes tamaños y de colores matizados entre blanco y negro. Estas rocas conforman el cono volcánico y sobresalen sobre su falda, son materiales volcánicos expulsados a través de la columna eruptiva: chorro de gas con muy alta temperatura y a gran velocidad, arrojada al aire, hasta la estratosfera, durante una erupción volcánica.

Estos gases provenientes del magma incandescente fragmentado, depositado a gran profundidad de la tierra, terminan sobre la superficie solidificándose, los que caen más cerca del cráter se van acumulando en estratos que junto con la lava terminan constituyendo el cono volcánico. El término escogido para esta clase de material es el de piroclastos.

Parados sobre una saliente que la montaña nos ofreció, teníamos la masa oscura de nubes como sombrero, que se alargaba hasta finalizar en un alto horizonte que permitía la entrada de la luz solar que iluminaba la baja planicie, para resaltar el verde matizado de las parcelas cultivadas, el trazado curvilíneo gris que indicaba el cauce de un rio y la imagen de un abigarrado y alargado poblado: Cumbal.

Cumbre en el Volcán Cumbal

Después de un breve descanso emprendimos con energía el último tramo del ascenso del volcán: una cuesta muy empinada y cubierta de una profunda capa de ceniza volcánica, en la que se hundían nuestros pies, al avanzar, hasta la rodilla dificultando nuestra marcha que nos obligó a esforzarnos al máximo para llegar al cráter.

Hacia el mediodía alcanzamos nuestra meta: llegar hasta los 4.764 msnm del cráter La Plazuela; a la entrada el volcán nos recibió con una bocanada de gases calientes que salía por una de sus fumarolas, provenientes de su profunda caldera depósito de magma incandescente, indicando que estaba activo.

El baño caliente de gases lo recibimos como un don de la naturaleza por el logro de llegar a la cima, un aliento cálido que nos reconfortó para ingresar al muy frio cráter. La Plazuela era una planicie redonda circundada por las crestas del cráter, su piso era de tierra gris húmeda, carente de hielo y estaba inundada por la nube que nos limitaba la visión.

El Volcán Cumbal ha perdido su glacial que antes cubría permanentemente su cima, ¿será por el calentamiento global? Cuando el hielo dominaba su cráter, los lugareños subían para cortar con hachas los bloques de hielo y los trasportaban en costales, primero sobre sus espaldas y luego sobre caballos hasta el pueblo, para venderlos a los heladeros que fabricaban los típicos y sabrosos helados de paila; ahora los heladeros ante la falta del hielo del Cumbal los están fabricando con hielo de fábrica.

En el corto tiempo que tuvimos dentro del cráter, fuimos embestidos por las finísimas gotas de la nube, que circulaban impulsadas por un fuerte viento, que nos empapo y nos enfrió, tiempo suficiente para manifestar nuestro regocijo y tomar algunas fotos.

Descenso del Volcán Cumbal

Después de mediodía iniciamos el descenso, pasamos el tramo arenoso hasta llegar al tramo rocoso, después de una hora de caminar notamos a la izquierda del sendero una grieta que se iba ampliando y profundizando (la grieta que separa los dos conos volcánicos) y que el aspecto del paisaje era diferente al que vimos a la subida, entendimos que nos habíamos desviado de la ruta, paramos para buscar un sector para atravesar la grieta y pasarnos al otro lado.

Continuamos el descenso sin dificultades y hacia las 4 de la tarde llegamos a la cabaña en donde habíamos desayunado, para almorzar, y después regresamos en la buseta al hotel, en donde reposamos y dormimos, para madrugar el domingo y regresar a Cali.

por OMAR SALINAS HERNÁNDEZ
Picolorense