Jueves 30 de Abril del 2020, día número 40 de estar confinado en mi casa por la cuarentena obligatoria ordenada por el gobierno, para contrarrestar los efectos fatales de la pandemia del covid 19 causado por el coronavirus. En este día me decidí iniciar la escritura del relato de la salida al Nudo de los Pastos, que realicé hace 5 años, entre el 2 y el 5 de Abril (Semana Santa) del 2015, con mis amigos caminantes del grupo Picoloro dirigido por René Huertas.

El plan de la salida comprendió la visita de la Laguna de la Cocha, el Volcán Azufral y el Volcán Cumbal, accidentes geográficos que hacen parte del Nudo de los Pastos, situados en el sur de Colombia en el departamento de Nariño.

Sobre el Nudo de los Pastos

El Nudo de los Pastos es una gran e intrincada formación montañosa, que hace parte de la cordillera de los Andes, aquella que se inicia desde la Patagonia y continúa bordeando el continente suramericano, separada del océano Pacifico por una estrecha llanura.

Ya en Perú y Ecuador se abre en dos ramales: las cordillera Occidental y Oriental, que en el norte de Ecuador se confunden en un bloque montañoso e irrumpe por el sur de Colombia de manera vigorosa y majestuosa, hacia una parte de este nudo montañoso se dirigió nuestra excursión.

Laguna de la Cocha o Lago Guamuez

El miércoles 1 de abril de 2015 a las 10 de la noche, en una confortable buseta iniciamos el viaje hacia pasto, 13 caminantes amigos: La veterana y valiente caminante Martha Inés Gómez; la de la risa contagiosa Martha Cecilia Arboleda, la amable y simpática francesa colombianizada Michel Teixier, la también querida y simpática María Ximena López, la hermosa joven Nicole Akl, el jocoso Ronald Hurtado, el excelente fotógrafo Samir Shah, Nancy Caicedo la mamá de René, Jhon Acevedo, Natalia Caicedo, el director ejecutivo de Picoloro René Huertas, nuestra guía mayor Rubiela Belalcázar y yo, el que escribió esta crónica, Omar Salinas Hernández.

grupo caminantes picoloro cali

Al llegar a Pasto a las 6 de la mañana, respiramos el aire fresco y sentimos la suave luminosidad de su cielo; la buseta pasó rauda por la ciudad que lucía limpia y ordenada, continuó el viaje hacia la Laguna de la Cocha, y recorrió los 20 kilómetros que la separan de la ciudad.

Leyenda de la Laguna de la Cocha

Durante la conquista, los indígenas se interesaron por el origen de la laguna y construyeron un mito o leyenda, que a continuación les relato.

Su origen fue una dramática historia de amor: una infidelidad castigada por los dioses. La princesa indígena “Lluvia de Estrellas”, esposa del cacique Pucara, cayó en desgracia al descubrirse su infidelidad.

La joven princesa huyó con su amante para evitar el castigo, en su desesperada huida encontraron a un niño a quien le pidieron agua para mitigar la sed; luego de beber el agua, la mujer roció agua sobre su cabeza para refrescarse, pero vieron con sorpresa y temor, cómo el agua que caía al suelo crecía desmesuradamente, tanto que logró llenar el valle y los amantes murieron ahogados como castigo, y así se formó la laguna, mientras la totuma en la que bebieron el agua, se convirtió en la Isla de la Corota.

Esta es la explicación mítica del origen de la laguna, fundada en una interpretación mágico – religiosa, dada por los aborígenes.

Explicación geológica de la formación de la Laguna de la Cocha

El origen de la Laguna de la Cocha es glaciar; en remotos tiempos geológicos los glaciares se extendían por todo el territorio, cubriendo montañas y valles.

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Posteriormente ocurrió un periodo pos glacial, en el que ocurrió un calentamiento del clima que determinó el descongelamiento de los glaciares, y el agua producto del deshielo descendió de las montañas hacia las partes bajas, depositándose en el valle formando la laguna, que siguió siendo alimentada por 26 corrientes, siendo la principal, el Río Encano.

La Laguna de la Cocha desagua por el Río Guamuez, que desemboca al Río Putumayo. Esta laguna es un importante centro hidrográfico.

Casas de colores, botes y el canal

Llegamos a nuestro primer destino programado: La Laguna de la Cocha. El lugar donde descendimos es un poblado que tiene una configuración de un pequeño puerto fluvial, con un canal alargado de aguas oscuras pero limpias, colmado de pequeños botes de fibra de vidrio, con capacidad para 5 o 6 personas, techado adelante con un amplio parabrisas para la comodidad del conductor.

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A lado y lado del canal se alinean casas palafíticas de madera de dos pisos, con techos a dos aguas bastante pronunciados; estas casas son usadas como hoteles y restaurantes para beneficio de los turistas. El aspecto del lugar es de un centro turístico, que evoca a Venecia por el canal y las góndolas, y a Suiza por los chalets.

Rumbo a la Isla de la Corota

Después de desayunar abordamos 2 botes, en los que nos distribuimos para ir hacia La Corota. Los botes se deslizaron sobre las aguas del canal con apariencia aceitosa pero realmente cristalinas; no pudimos precisar si el canal era artificial, o era un río, o era la prolongación de la laguna; pasamos por debajo de dos puentes de madera adornados, uno curvo y otro recto.

El canal estrecho y serpeante desemboca en la amplia laguna; a primera vista nos impresionó la totora o juncos que tienen formas de altas hierbas cilíndricas que crecen abundantes en las orillas y sirven de refugio a las aves acuáticas.

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Desembocadura del canal en la Laguna de la Cocha

Ante nuestra vista, la laguna formando un gran espejo opacado por el espeso techo de nubes que lo cubría, rodeado de altas montañas cubiertas en su cima por grandes nubes oscuras, y en sus faldas por manchas, por el verde oscuro de los bosques y manchas verde claro de las parcelas cultivadas.

El conductor del bote tenía el aspecto indudable de los indígenas Quillacingas, originarios que habitaron estos territorios antes de la llegada de los españoles, que después fueron sometidos en una misión por los dominicos.

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De repente vimos la imagen de la Isla de la Corota semejante a un caparazón oscuro de tortuga, asentado al través sobre la laguna; descendimos en el pequeño muelle de la isla, y lo primero que vimos fue un hermoso templete construido con piedra y madera, con una puerta y ventanales de vidrio dedicado a Nuestra Señora de Lourdes construido en 1986, y luego nos dirigimos a la cabaña de madera pintada de negro, sede de la administración de Parques Nacionales; allí los guarda parques nos instruyeron con la siguiente información sobre la laguna y la isla:

Datos sobre la Isla de la Corota

La Isla de la Corota fue declarada Santuario de Flora y Fauna (SSF) en el año 1977, y como tal se incorpora al sistema de Parques Nacionales, y debe ser protegida, porque a pesar de su área pequeña, es muy rica en fauna y flora; posee 500 especies vegetales y 31 especies de aves, que habitan un bosque húmedo de montaña andino, que existe gracias a los siguientes factores:

Altitud Isla de la Corota 2.830 msnm
Temperatura promedio 11°C
Humedad 87%
Lluvias 1.300 mm al año

Por medio del decreto 698 del 18 de Abril del 2000, Colombia inscribió la Laguna de la Cocha, incluyendo la Isla de la Corota, como humedal de importancia nacional e internacional dentro del Convenio Ramsar. Este reconocimiento se hace especialmente a los humedales que son refugio de aves y por lo tanto, los gobiernos deben hacer un manejo sostenible para conservar este ecosistema.

Recorrido en la Isla de la Corota

Después de la charla que nutrió de conocimientos importantes nuestra conciencia ambiental, iniciamos el recorrido del sendero El Quiche, orientado por un guía indígena que nos ayudó a descifrar los secretos del bosque de la isla.

El recorrido del sendero fue corto pero muy rico en su naturaleza, la vegetación es bosque primario y bosque secundario, muy denso, en buen estado, con características de bosque húmedo, con alturas de 20 metros, que ha crecido sobre un suelo rico en cenizas volcánicas y materia orgánica.

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En este bosque dominan las epífitas, siendo las bromelias o quiches las más abundantes, se ven en todo el bosque desde el suelo y continúan adheridas a los troncos de los árboles hasta el dosel.

Las hermosas bromelias se asientan sobre las ramas y troncos de los árboles, adheridas a ellos con unos filamentos, y no raíces, que salen de una cepa, de la cual salen hacia arriba sus hojas lanceoladas de color verde brillante con sus puntas pintadas de rojo, que doblan alrededor de un centro.

Las bromelias ya asentadas sobre el árbol, aprovechan su posición para alimentarse con la luz, la humedad y los insectos que son atrapados y no de la sabia de los vegetales; también son micro hábitats de fauna microscópica, insectos, arácnidos y anfibios; además de las bromelias abundan las orquídeas y los anturios.

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A la vera del sendero se alinean los formidables árboles identificados con tablillas, menciono algunos por sus nombres comunes: mote, motilón dulce, moquillo, cafetillo, velo blanco, cucharo, tinto, fragua, encino chiroso; árboles que ofrecen refugio y alimento a las aves y otros animalitos habitantes del bosque.

Llegamos a la parte más alta de la Isla de la Corota a 2.830 msnm y desde allí vimos el espejo de la Laguna de la Cocha, que está a 2.760 msnm, haciendo la resta nos da la diferencia de 70 metros.

Las aguas lacustres se extienden y llenan la cuenca alargada, cuyos contornos dibujan imperfectamente el mapa de Suramérica; hacia la derecha la laguna se va alargando y estrechando, parecido a la parte sur del continente que se angosta en Argentina y Chile hasta terminar en la Patagonia; hacia la izquierda observamos que se va ensanchando como aparece en el mapa entre Perú, Ecuador y Brasil, y finalmente termina en la esquina triangular de Colombia.

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En este punto termina nuestro feliz recorrido y regresamos hasta el muelle, eufóricos por el sanador baño de bosque que recibimos generosamente de nuestros amigos los árboles.

Caminata por la orilla de la Laguna de la Cocha

Para terminar nuestro paseo, hicimos una larga y gratificante caminata por los senderos que orillan la laguna, custodiados por jardines pletóricos de flores, visitamos varias fincas, pequeños muelles pesqueros y reservas privadas con cascadas incluidas.

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Fue maravilloso apreciar el paisaje hermoso que nos ofrecía la Laguna de la Cocha con la Isla de la Corota en su centro, rodeado por las montañas protectoras coronadas de nubes.

Hacia las 4 de la tarde dimos por terminado este prodigioso paseo por tan admirable lugar y emprendimos el viaje en la buseta hacia la ciudad de Tuquerres para cumplir con el segundo destino: Volcán Azufral.



por OMAR SALINAS HERNÁNDEZ
Picolorense