Es un lugar maravilloso, es un bosque mágico, es un lugar para reflexionar y para olvidar.

Mientras caminaba por la selva me sentía tan pequeña, me sentía tan ínfima, me sentía tan importante y tan valiosa, sentía como era de perfecta la naturaleza y sentía como yo hacía parte de esa perfección.

Escuché el silencio y escuché como mi respiración aturdía los oídos, tal vez era el sonido más fuerte que se escuchaba en ese momento. Por minutos me alejaba del equipo y estaba sola y me sentía sola, verdaderamente sola, todo era igual hacia adelante, hacia atrás o hacia los lados, solo verde, solo árboles gigantes, solo hojas secas pero húmedas en el suelo, no veía el cielo, solo rayos de luz que penetraban con fuerza en medio de la espesa vegetación.

En la Montaña me siento viva

Es que quiero volver a la montaña porque allá me siento tan viva, porque allá siento que si no me muevo no vivo, que si no pienso no existo, que si no estoy atenta me muero.

En la ciudad es como que la bruma de la vida te lleva, te moldea y te hace rodar como ruedan las hojas en una autopista, hacia donde el viento las lleve; en la ciudad la rutina te mata, en la montaña te da vida, fácilmente llueve y fácilmente escampa, de repente un trueno y al segundo un atardecer, ya no sientes si estas mojado o el viento secó tu ropa y sin dejarte pensarlo cae la noche y estás acostado en el pasto observando un espectáculo de cielo estrellado y esperando que la luna menguante aparezca de atrás de las montañas.

Los árboles ya no son verdes sino sombras gigantes y mi piel ya no es rosada sino azul, es la luz de la luna que encandila mis ojos y cambia el paisaje de color, y es ahí cuando olvidas y es ahí cuando recuerdas, fue ahí cuando olvidé mis insignificantes preocupaciones y recordé lo afortunada que soy.

Es que quiero volver a la montaña porque me da fuerza para seguir en la lucha de la vida en la ciudad, de mi vida confundida entre sentimientos y pensamientos. Es que QUIERO volver a la montaña porque me ayuda a valorarme y a valorarlos.

Cuando llegué a la cima

Y cuando llegué a la cima, cuando me dijeron que ese era el pico, aquel pico que pocos observan desde la autopista sur en los mejores amaneceres de Cali, confirmé que el querer es poder, y que a pesar de sentirlo tan lejos, tan alto y de sentir que mi cuerpo estaba en su límite, ahí estaba yo, a 2.860 metros sobre el nivel del mar, tratando de observar por en medio de las nubes el hermoso Valle del Cauca.

La montaña es vida


por NATALIA MARTÍNEZ GIL
Picolorense