El 22 de enero nos levantamos temprano y bajamos al malecón, en donde desayunamos y luego abordamos una elegante y cómoda lancha con techo, que ya habíamos contratado para navegar por el Río Orinoco aguas arriba, hacia el sur con destino a Casuarito, Raudales de Atures y Caño Mesetas.

Navegación por el Río Orinoco

Estábamos emocionados y alegres al sentir que empezábamos a navegar sobre las aguas del gran Orinoco, que significa en lengua indígena warao “lugar donde se rema”.

El Río Orinoco nace en el parque natural Parima-Tapirapoco, ubicado en el estado Amazonas de la república de Venezuela y desemboca en el océano Atlántico, formando un delta de 250 km de ancho, después de recorrer 2.140 kilómetros.

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Por su longitud ocupa el lugar 40 en el mundo y por su caudal el 3. Desde la desembocadura del río Atabapo hasta la del río Meta, sirve de frontera entre Colombia y Venezuela, en donde su recorrido es de sur a norte.

El cielo y el agua eran azules y las ondas del río tenues. En la orilla venezolana se notaban los enormes playones dorados y en la colombiana sobresalían grandes rocas en forma de tortugas, que estaban marcadas por líneas horizontales paralelas (desde abajo hacia arriba) indicadoras de los diferentes niveles del río, que ahora estaba en un bajo nivel debido a la disminución de su caudal, causada por la época seca que va de noviembre hasta abril.

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Nos encontramos con un buque artillado verde olivo de la armada colombiana, que venía en dirección contraria. Vimos en territorio colombiano un tepúy, una afloración rocosa, en forma de un enorme cerro alargado cubierto parcialmente de vegetación boscosa.

Más adelante navegaba otro buque con sus dos chimeneas expulsando humo, que empujaba un planchón cargado de mercancías.

Llegamos a un lugar del río amplio y apacible, sobre sus aguas mansas se reflejaban el cielo azul y las nubes blancas, allí desembocaba el río Bita y sobre la orilla otro afloramiento rocoso reflejaba su forma redonda y alargada sobre el río.

Después de más de una hora de navegación llegamos a Casuarito.

Casuarito

Subimos por una cuesta rocosa y empinada hasta el malecón de concreto, en donde nos recibió el puesto de la policía nacional y seguimos caminando por una estrecha calle pavimentada, un mapa del departamento del Vichada expuesto en una valla enseñaba los lugares de interés turístico; a los lados los almendros brindaban su sombra y se iban anunciando los locales comerciales, con sus nombres pintados sobre sus pulcras paredes y sus techos salidos sostenidos por columnas redondas.

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Flor Verde de medicina natural; La Cabaña del Cuero, Almacén Caracas, sobre su amplia pared blanca se leía: Dos países para quererse, abajo del texto estaban pintados los mapas de Venezuela y Colombia desde los que salían 2 manos entrelazadas, luego la palabra Casuarito y el texto Integración Colombo Venezolana y las banderas de ambos países; El punto del Cuero con los mapas de Colombia y Venezuela y finalmente interrumpiendo la calle y dividiéndola en 2 calles más estrechas, estaba una tiendita con su aviso pintado: Perfumería ISIS KAREN que estaba cortado parcialmente por la puerta abierta y en su pared anunciaba que allí se vendía platería, artesanías, gorras y camisetas y tenía el mapa de Colombia pintado y el nombre Casuarito.

A excepción de la perfumería, las demás tiendas grandes ya descritas estaban cerradas. Solo se veían abiertas al público algunas pequeñas tiendas de abarrotes y cantinas escondidas bajo los frondosos árboles de mango.

Casuarito con sus almacenes cerrados, es “una vitrina sin compradores” una muestra nostálgica de lo que fue la intensa actividad comercial entre los años 70 y 80 cuando la moneda venezolana, el Bolívar, tuvo mayor valor que la colombiana, lo que impulsó a los venezolanos a venir desde Puerto Ayacucho, ubicado en la otra orilla del río, a comprar a Colombia.

Los comerciantes de Casuarito fueron muy beneficiados y significó la prosperidad para el pueblo, que llegó a tener hasta 3.000 habitantes y hoy sumido en la pobreza tiene 500, porque a partir de 1983 cuando se devaluó la moneda venezolana debido a una hiperinflación, ya no fue favorable comprar en Colombia y se invirtió la situación del intercambio comercial ilegal de algunos productos venezolanos, como la gasolina.

Almorzamos y compramos varias sandías con “bolos” como le decían a los Bolívares devaluados, para consumirlas durante el viaje que nos faltaba por hacer.

Nos subimos a una canoa alargada con motor fuera de borda, que siguió navegando contra la corriente, hacia el sur.

Los Raudales de Atures

A medida que nos alejábamos, veíamos a Casuarito reposando sobre el gran domo rocoso. Los afloramientos rocosos con forma de tortuga sobre las orillas y sobre el río, seguían apareciendo.

El paisaje se distribuía sucesivamente de arriba hacia abajo así: en el aire, nubes blancas y retazos de cielo azul; abajo grandes rocas redondas y grises y la superficie del río que los reflejaba. La corriente del río cambió de lenta y tranquila a rápida y agitada, y en la orilla derecha sobre la playa de arena amarilla retozaban las aves.

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Las aguas se movían más rápido y golpeaban con violencia las rocas que emergían e interrumpían su curso, formando olas con sus crestas espumosas, que sacudieron y levantaron la canoa, amenazándola con voltearla y estrellarla contra las rocas; el lanchero maniobró diestramente la canoa para librarla de los embates de los rápidos hasta acercarla a una extensa roca plana ubicada en medio del río, en donde nos bajamos y continuó con la temeraria tarea de remontar y pasar con su lancha los raudales o rápidos de Atures, y nosotros caminamos un trayecto hasta el final de los rápidos para volver a la canoa y continuar el viaje.

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Cuando caminábamos por la superficie rocosa descubrimos unos petroglifos tallados sobre las enormes rocas; entre ellos distinguimos una figura geométrica cuadrada de una cabeza humana.

Los cormoranes negros, de cuerpos esbeltos, con sus largos cuellos levantados rematados por sus picos rosados, miraban airosamente hacia el río, junto con las elegantes garzas blancas, nos hicieron compañía durante el breve tiempo que estuvimos en el roquedal.

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Estos raudales de Atures, que son considerados como los más anchos del mundo, son una muestra de la impresionante energía que la naturaleza nos mostró en todo su esplendor, hermoso espectáculo natural que contemplamos con gozo.

Los afloramientos rocosos, que se presentan a lo largo de las orillas y del cauce del Orinoco, son denominados por los geólogos “Anden orinoqués” que hace parte del escudo guayanés, que es una formación geológica muy antigua, que puede tener entre 1.200 y 1.300 millones de años, que en ese tiempo formaron enormes montañas que fueron desgastadas por los elementos: el agua, la temperatura y el viento hasta convertirlas en arena y rebajarlas de tamaño, quedando los afloramientos de roca dura en forma de cerros redondeados o tepuyes, que forman hoy el piso geológico en las Guayanas principalmente, en Venezuela, Brasil y Colombia en su parte oriental de la Orinoquia y la Amazonia.

Caño Mesetas

Superado el raudal seguimos navegando sobre el inmenso río ya más tranquilo. Llegamos a la boca del caño Mesetas (a los ríos más pequeños les llaman caños).

Ingresamos al caño, una corriente de aguas cristalinas y tranquilas, bordeado en sus orillas por barrancos amarillos y bosques verdes que se replicaban en el agua.

Después de avanzar un largo trecho, llegamos hasta un lugar donde la tranquila corriente era interrumpida por una afloración rocosa en su cauce, que era superada por el agua saltando, formando rápidos y pequeñas cascadas, que se precipitaban y se depositaban en un cauce más bajo, formando un amplio y trasparente charco rodeado de vegetación, en donde nos quedamos para divertirnos nadando y jugando en la cascada.

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Nos acompañaron los elegantes y altivos patos orinoquenses, endémicos y adaptados a los torrentes, en donde atrapan suficientes peces para alimentarse. Estos atractivos animales tenían sus pechos y cabezas cubiertas con plumas blancas, el resto del cuerpo con plumaje café y amarillo y su cola negra y blanca y sus patas rojas, caminaban o se paraban en la orilla de las torrentosas aguas, con su vista fija en ellas.

Fue un momento muy feliz, en el que disfrutamos de las delicias que nos brindaban la naturaleza y la amistad, momento que celebramos saboreando porciones de las exquisitas sandías, qué completo el goce de nuestros sentidos.

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Satisfechos y agradecidos con la naturaleza por el beneficio recibido, finalizamos el paseo y regresamos, navegando por el caño y el Río Orinoco, aguas abajo, en el sentido de la corriente, pasando exitosamente por los raudales de Atures, hasta llegar a Puerto Carreño.

En la mitad del viaje, nos encontramos con una patrulla de la armada colombiana en una lancha “piraña” artillada, el comandante nos hizo señas para que nos acercáramos, el lanchero aproximó la canoa, los militares nos saludaron amablemente y nos pidieron el favor que trasportáramos hasta Puerto Carreño a uno de ellos que estaba enfermo, atendimos su pedido y trasladamos al soldado enfermo con mucho gusto.

Los días siguientes conoceríamos 4 lugares que debes visitar si estás en Puerto Carreño.

por OMAR SALINAS HERNÁNDEZ
Picolorense