Esta ruta la realicé el domingo 13 de agosto del año 2023, con el grupo de Picoloro Ecoturismo. Fue clasificada como nivel intermedio y denominada ruta aventura, con una distancia de 7 kilómetros aproximadamente y una duración entre 5 y 6 horas.

El punto de encuentro fue en el centro comercial Holguines situado sobre la calle quinta de la ciudad de Cali a las siete de la mañana. Allí nos encontramos un grupo numeroso de caminantes, entre ellos tuve la grata impresión de encontrarme, después de mucho tiempo sin vernos, con Alberto Sánchez “Beto”, compañero de caminatas y de viajes de aventura memorables y su compañera la simpática y alegre caminante Doris Ximena, momento que celebramos con sendos abrazos. También me saludé con la incansable Nancy que no falla caminata cada ocho días apoyando a su hijo René, Director de Picoloro, también con la hermosa y discreta Susan y con Efraín Ramírez, viejo caminante que sirvió de guía. Con los demás intercambiamos saludos, jóvenes hombres y mujeres, de la nueva generación de caminantes, entre ellos se distinguían un grupo de mujeres monas y bonitas, extranjeras como lo demostraban su fisonomía y el acento al hablar.

Los caminantes abordamos la buseta que nos condujo por la vía Panamericana hasta Jamundí urbano, que lo recorrió por una de sus calles principales de sur a norte para continuar por la vía hacia Potrerito. La buseta siguió por la carretera pavimentada y plana, hasta encontrarse con la barrera que impedía continuar por esa vía, colocada frente a la estación de policía, como prevención y defensa contra posibles ataques de grupos armados ilegales, por lo que la buseta para eludir ese obstáculo tuvo que hacer un rodeo por el núcleo urbano del corregimiento de Potrerito, para salir más arriba de la estación policiva y proseguir por la carretera ya en ascenso y con curvas para remontar la cuesta de la cordillera occidental.

A medida que subíamos, veíamos a la derecha sectores de la parte plana del valle y a la izquierda solo veíamos una alta valla metálica que se extendía a lo largo de varios kilómetros que nos ocultó el paisaje montañoso que estaba al otro lado y hacía impenetrable el acceso a la ladera que descendia hasta el rio Claro, indicaba que era un área destinada para algún proyecto urbanístico privado, excluido de la visita del público.

Cascarillal

Al fin llegamos al pequeño caserío de la vereda Cascarillal, perteneciente al corregimiento de San Antonio del municipio de Jamundí. El caserío, solitario y silencioso estaba dominado por el pequeño templo católico construido en ladrillo pintado de rojo y los arcos de la puerta de color negro con dos cruces blancas, cubierto por un techo a dos aguas de eternit y sobre él, sobresalía un pequeño campanario que sostenía un megáfono. En el momento que llegamos se estaba celebrando la misa. El templo estaba situado en la encrucijada de tres vías: la que venía de Potrerito que continuaba hacia San Antonio, otra vía polvorienta que descendía a la derecha hacia las veredas y otra que se dirigía a la izquierda hacia las minas de carbón.

Al lado de la vía estaba un amplio local que servía de tienda, restaurante, cantina y billar al cual entramos después de bajarnos de la buseta, para tomar café y utilizar el baño. En ese momento llegó Jesús Arley Balcázar vistiendo un chaleco verde que lo distinguía como guía y un sombrero alón. Jesús Arley con su aspecto serio y duro, con un semblante semejante al del actor norteamericano Charles Bronson combinado con el del cacique Jamundí. Jesús Arley, es uno de los pioneros del senderismo en Jamundí, se atribuye el descubrimiento, la adecuación y apertura de 128 rutas para caminantes extremas o de aventura y “suaves” o para “tullidos” como denomina Arley a los caminantes principiantes o más flojos y para ciclo montañismo en los dieciséis corregimientos de los diecinueve de Jamundí.

Las minas de carbón

El grupo después de satisfacer sus necesidades estuvo listo e inició la caminata con Arley a la cabeza, por la carretera plana y destapada de la izquierda. Al inicio encontramos algunas casas con jardines y luego vimos a la derecha la ladera montañosa desprovista de vegetación y de suelo, mostrando sus entrañas abiertas, con sus pliegues curvos y quebrantados amarillos, ocres y negros compuestos por calizas, arcillas y vetas carboníferas. Sobre la ladera desolada se distinguían numerosos agujeros oscuros, como ojos impávidos que nos observaban, eran las bocaminas por las que los mineros penetraban en los profundos socavones, que habían abierto con su fuerza física con picas y palas, apuntalándolos con los troncos de los árboles que fueron talados en las montañas adyacentes. Sobre el piso de los socavones tendieron rieles sobre los que movilizaban los pequeños vagones o booguis cargados con carbón que extraían los mineros, eran llevados al exterior de las minas para cargar las volquetas, que trasportaban el carbón hasta los lugares que lo demandaban.

Estos yacimientos de carbón son parte de una gran veta que se extiende en la vertiente occidental de la cordillera occidental, desde Cali hasta El Bordo Cauca, que tuvo su auge de explotación entre los años 40, 50, 60 y 70, por la necesidad de surtir el carbón como combustible para las locomotoras del ferrocarril del pacifico, que trasportaba carga y pasajeros entre Cali y Popayán y de las calderas de las fábricas y de la Termoeléctrica de Yumbo. La demanda de carbón mineral fue decayendo porque las locomotoras de vapor fueron reemplazadas por locomotoras diésel y finalmente desapareció el ferrocarril, lo mismo les sucedió a las fábricas y a la termoeléctrica que lo usaban como combustible. Lo que vimos al pasar por esta zona son los vestigios que atestiguan que existió una época próspera económicamente, que dio trabajo y permitió el sustento a una comunidad de mineros y enriqueció a una minoría de dueños de las minas y de los títulos.

Caminamos como media hora hasta que llegamos a una pequeña planicie ubicada a la derecha de la carretera, allí nos detuvimos y nos paramos formando un círculo para hacer el calentamiento. Allí Arley presentó la ruta que íbamos a hacer, teníamos que descender hasta el fondo de un profundo cañón por el que discurría la quebrada Las Brisas hasta desembocar en el río Claro por el cual haríamos rivering para llegar hasta el charco del ahorcado y a la roca hueca y aclaró: esta ruta nos es para “tullidos” como les llama a los caminantes flojos, porque hay que superar dificultades que la convierten en una interesante y divertida aventura.

Terminado el calentamiento, reiniciamos la caminata descendiendo por un sendero corto ligeramente inclinado bordeado de arbustos hasta que llegamos al borde de un precipicio, desde el que observamos un profundo y estrecho cañón por el que trascurría la quebrada Las Brisas en medio de un frondoso bosque que ocupaba todo el cañón vistiéndolo de verde, que se distinguía entre las cercanas montañas calvas debido a la deforestación; vimos el cañón verde de la quebrada que se extendía hasta cruzarse con la amplia marcha verde, el bosque de galería que protegía y ocultaba al rio Claro, que descendía desde la cordillera en dirección occidente – oriente, a continuación, hacia el sur del bosque de galería se elevaba una alargada montaña, una derivación de la cordillera occidental y en su dorsal se divisaba el caserío del corregimiento de Ampudia.

Cascada Tres Pisos

A la derecha se destacaba la cascada Tres Pisos que se precipita desde la cima de una pared montañosa de unos setenta metros de altura. En la cima de la montaña, se veía una casa, la casa que Jesús Arley ha estado adecuando para alojar a los caminantes, ciclistas y turistas que lo deseen.

Descendimos por el precipicio, bastante inclinado con su piso de tierra y piedrecillas sueltas que, al pisarlo, los zapatos se resbalaban con el riesgo de caernos, tuvimos que bajar con mucha atención asegurándonos, agarrándonos de ramas y raíces de los árboles, hasta que llegamos al fondo, cerca del charco que forma la cascada Tres Pisos al caer y ahí nace la quebrada Las Brisas.

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La corriente de agua, de la quebrada, se origina en los escurrimientos que provienen de las estribaciones montañosas, que se precipitan verticalmente desde la cima del gigantesco barranco, rosando los pliegues rocosos teñidos de amarillo y rojo debido al vertimiento de las aguas, la caparrosa, que salen por las bocaminas cargadas de dióxido de hierro, subproducto de la minería del carbón que contaminaron las aguas de la cascada dándole un color entre amarillo y rojizo. Arley nos explicó que la contaminación había disminuido mucho y seguirá disminuyendo por el cierre de las últimas minas, cesando totalmente la actividad minera, haciendo posible el renacimiento de la vida en la quebrada, que había desaparecido, ya se ha empezado a ver en sus aguas peces y ranas.

Los caminantes gozaron por un momento del charco y de la cascada y continuamos caminando por un trecho del cauce rocoso hasta donde nos fue posible y luego ascendimos con ayuda de cuerdas una empinada y resbalosa pendiente, pasando en medio de grandes árboles, hasta un punto en donde tuvimos que descender con ayuda de cuerdas hasta la quebrada, a un charco con cascada.

Cascada Dos Aguas

Esta fue la segunda cascada que encontramos: la Dos Aguas. El primer nivel se precipita por la roca en medio del bosque y forma un charco al caer sobre el piso rocoso que ha horadado; en el segundo nivel el agua sigue deslizándose por la pared rocosa formando el segundo charco más grande y se divide en dos brazos: uno que genera el charco y otro a la derecha que corre por el medio de una larga roca hasta caer más adelante, para continuar la quebrada.

En el primer nivel, se perfila una cara humana en una gran roca, Jesús Arley nos comentó que era la cara del sargento Salas de la policía de Turismo, hacia una asociación mental en homenaje al sargento y afirmo que el charco debe llamarse Sargento Salas, porque él lo considera el pionero del turismo de aventura en las montañas de Jamundí, ya que en el año 2008 organizó una caravana ecoturística que atrajo el interés público por el senderismo en montaña. Jesús Arley fue uno de los interesados y siguió el ejemplo del sargento Salas, liderando una caminata con doscientos estudiantes de la policía, desde Agualongo, una finca situada en la vereda Gato Montes de Potrerito, hasta Puente Vélez, llegando solo 30 estudiantes.

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Es justo anotar que el color y la calidad del agua había cambiado comparada como la percibí la primera vez que la vi en la caminata del 18 de agosto del 2022, había mejorado: antes el color del agua y de las rocas eran de un intenso color rojo y ocre y olía muy fuerte a óxido de hierro y hoy el color era más claro, con tonos azules y no se sentía el olor del óxido, se confirmó lo que había informado Arley: que la aguas de la quebrada se estaban descontaminando y renacía la vida en sus aguas, debido al cierre de las minas de carbón.

Cascada La Hermosa

Seguimos avanzando un trecho por el lecho pedregoso de la quebrada, para luego subir una empinada y resbaladiza pendiente con la ayuda de soga y descender más adelante con la ayuda de la soga hasta la quebrada en donde encontramos la tercera cascada: La Hermosa y su charco. La cascada hace merito a su nombre, con su imponente chorro: abundante y brillante, que se despliega desde la cima del barranco rocoso, en medio de la fronda verde, como un encaje de gruesos hilos luminosos que cubre la gran pared amarillenta hasta colmar el charco que forma al final del barranco, charco de aguas azulosas. Los caminantes plenos de gozo se bañaron y jugaron en las aguas del charco.

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El estrecho rocoso y la cuarta cascada

Después de disfrutar lo suficiente en el charco, continuamos por el lecho rocoso de la quebrada hasta llegar al lugar en donde las aguas se estrechan y profundizan al pasar por en medio de dos grandes paredes rocosas, negras y formadas por capas superpuestas afiladas, fue muy agradable al hundir casi todo nuestro cuerpo en el agua y sentir su toque refrescante.

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Terminamos el recorrido por el estrecho y llegamos a la cuarta y última cascada, también imponente que se precipitaba desde lo alto del barranco y en la mitad de su recorrido la recibí una roca grande con su superficie cubierta de musgo que la hace semejar a un loro, que divide en dos partes, hasta que cae abajo formando otro charco en el que también disfrutaron brevemente los caminantes.

Desembocadura en el río Claro y el rivering

Continuamos caminando por la quebrada que corría rápidamente por un ligero declive que la llevaría a encontrarse con su destino en el rio Claro. Llegamos a la desembocadura de la quebrada Las Brisas en el río Claro, protegida por una elevada estribación montañosa. El río Claro trascurría por su amplio cause, con su caudal limpio y trasparente, rebajado debido a la sequía que se estaba padeciendo. Sus aguas corrían rápidas entre las numerosas rocas que sobresalían gracias a su bajo nivel, rocas de diversos tamaños, grises y oscuras moldeadas por la corriente.

Entramos al río y caminamos aguas arriba unos 200 metros, con dificultad contra la corriente que era rápida, fuerte y profunda en algunas partes, además de salvar las numerosas rocas lisas hasta llegar al charco del ahorcado. Un charco amplio y hondo, con visos verde azules en su superficie, que estaba dominado por una enorme roca en su costado izquierdo. La estadía en el charco fue placentera, los caminantes gozaron en él cómo niños: zambulléndose, haciendo clavados y tomándose fotos, mientras Arley sentado sobre las rocas de la orilla degustaba un vaso de café que había traído en un termo. Mientras el grupo gozaba en el charco llegó Efraín acompañando a la última caminante, que cual abuelo amoroso ayudaba a su nieta a superar los obstáculos que se le aparecían en su vida.

La roca hueca y la roca tatuada

Finalizamos nuestra dichosa estadía en el charco y continuamos con el rivering, ahora 400 metros aguas abajo. Caminamos por el río por las partes menos profundas, por las orillas, en medio de enormes rocas que emergían como “huevos prehistóricos” como las denomino Gabriel García Márquez en una de sus novelas. Rocas de origen ígneo, que surgieron del magma ardiente ubicado en las profundidades de la tierra hacia la superficie en donde se enfriaron y se solidificaron estructurando el núcleo de la cordillera occidental, que después de muchos miles y millones de años se fueron fragmentando por acción de los elementos y luego fueron movidas por las aguas torrentosas que las fueron moldeando y trasportaron hacia abajo por el río hasta presentárnoslas como las vemos ahora.

Las grandes rocas plantadas en el lecho del río se interponían en nuestro camino, obligándonos a salvarlas, acción que ejecutábamos con destreza y placer. Rocas moldeadas a su amaño por el río, redondeadas de superficies lisas y brillo metálico.

Avanzamos por la orilla izquierda y tuvimos que pasarnos al otro lado en donde más abajo estaban las famosas rocas que buscábamos. Nos tocó vadear un tramo del río en donde la corriente era veloz además de algo profundo. Para vadear el río fue necesario unir nuestros esfuerzos enlazando nuestras manos para superar la fuerte corriente. Efraín venía atrás, como un buen abuelo acompañando a su pupila salvaguardándola de todo mal.

Al fin llegamos al anhelado lugar en donde estaban las famosas rocas: la roca hueca y la roca tatuada. Los caminantes aprovecharon el momento para descansar sentados o acostados sobre la superficie curvas y lisas de las grandes rocas y para hacerse fotos. Más abajo y a poca distancia de donde me senté divisé la roca hueca, a través de un gran orificio redondo y liso sobresalía la cabeza y el tronco de Jesús Arley, que se había ubicado en el amplio receptáculo que tenía la roca por detrás. Después que se retiró Jesús Arley le siguieron los caminantes que gozaron haciéndose tomar fotos sacando la cabeza y el tronco por el orificio.

Paseando mi vista por la panorámica del río, descubrí frente a mí una gran roca marrón de forma suavemente triangular, separada por una rápida corriente del río y que debido a su bajo nivel se podía preciar gran parte de ella. En la pared de la roca que estaba a mi vista observé unas formas talladas o moldeadas sobre ella, que parecía que me observaban, eran unas formas que parecían unas vísceras al descubierto de un animal incluyendo el de un humano, una de esas formas que estaba en la parte de arriba semejaban circunvoluciones cerebrales y más abajo se veían formas del sistema digestivo como intestinos y estómago.

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Estas formas misteriosas talladas en la roca parece que pretendieran mostrarnos lo que tenemos en nuestro interior y que nos hace posible la vida, parece que hubieran sido moldeadas por un ser natural como los aborígenes o unos seres sobrenaturales como los gnomos o los duendes del bosque o del río en tiempos pretéritos, utilizando herramientas hechas con rocas o pedernal no encontrados, esto que afirmo no es más que un supuesto, en mi afán por descubrir el origen de estas misteriosas tallas.

Pero sí consultamos en el mundo real posible, utilizando los conocimientos científicos actuales, planteo la siguiente hipótesis: El artífice de esta obra de “arte” fue el río, que con sus fuertes corrientes de agua que arrastró rocas, guijarros y arena, golpeó insistentemente sobre la superficie de la roca abriéndole surcos sin romperla hasta tallar y tatuar la roca, fenómeno que ocurriría por siglos y siglos. He ahí un buen tema por investigar.

Fascinados por estas maravillosas obras de la naturaleza plasmadas sobre la roca finalizamos este momento memorable y decidimos regresar para terminar nuestra caminata y rivering.

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Vadeamos el río hasta la orilla opuesta y seguimos por un sendero que ascendía por una fuerte y larga pendiente hasta llegar a una cima, desde donde observamos el panorama del territorio recorrido: el cordón verde de la quebrada Las Brisas uniéndose al cordón verde del río Claro y las montañas que los encierran. Satisfechos, estimulados y energizados por los elementos que nos acompañaron amigablemente: el aire, el sol, las aguas de la quebrada y del río, los árboles del bosque y las rocas.

por OMAR SALINAS HERNÁNDEZ
Picolorense